Algunas son lugares comunes: por ejemplo al enamorarnos o al finalizar una relación casi todas las canciones de amor parecen haber sido creadas pensando en nosotros.
Las hay otras que nos remiten a la infancia, a la adolescencia, a alguien que quisimos mucho y ya no está, a unas vacaciones, y tantos etcéteras.
La música está tan conectada a lo emotivo y lo subconsciente que todos, absolutamente todos tenemos un soundtrack de nuestra vida.
Pero existen también canciones, con o sin letra, que parecen conectarse profundamente sin tener, a veces, una aparente relación con nuestros recuerdos o estados emocionales actuales.
Estas canciones estén tal vez, probablemente, llamando recuerdos largamente olvidados, otros traumas, deseos inconfesados, momentos felices como también dolorosos.
Les propongo un interesante ejercicio de reconocimiento: cuando encontremos esas canciones que nos son tan atractivas sin que podamos explicar porqué, intentemos bucear esas emociones que se despiertan dentro nuestro, esas palabras y melodías son claves que seguramente encierran mucho de nosotros que tenemos el derecho y el deber de conocer, enfrentar y valorar.
¡Conócete a tí mismo!
Cierto es que tales ejercicios requieren de coraje y pasión: la pasión por entendernos, comprendernos y aceptarnos, para así poder reconectarnos con el universo que nos rodea tal cual como lo hacíamos cuando transitábamos los primeros años de vida.
En esos tiempos éramos como lienzos en blanco, completamente abiertos a la percepción, maravillados con el mundo e incapaces de juzgar, aceptando el amor, el deseo y la maravilla sin condiciones. En esos tiempos éramos todo curiosidad y contento, sin dudar que seríamos protegidos y amados sin saber porqué, sólo tomándolo como una verdad absoluta e incontestable.
"El infierno son los otros"- dijo Jean P. Sartre. Poniendo en relevancia lo difícil de las relaciones humanas. Y son éstas relaciones, que son parte de la vida, las que tanto nos afectan para bien y para mal.
Pero la relación más difícil sea tal vez la relación con uno mismo, tironeados por el afuera y el adentro ¡Qué difícil se hace el encontrar un sano balance!
Existen variadas formas de buscar tal balance: desde la psicoterapia, la psiquiatría, la meditación y tantísimas terapias que van desde las ciencias hasta lo esotérico.
No es mi intención entrar en debates, sólo decir que no existe lo bueno ni lo malo sino lo adecuado y lo inadecuado. El autoconocimiento es un camino tan personal como lo es el ser religioso.
"Caminante no hay camino" Es cada quien que, sintiendo esa profunda necesidad de encontrarse a sí mismo, hartos de ser esclavos de la angustia, la furia, la depresión y el drama; saturados de ponernos palos en nuestras propias ruedas es que uno inicia una búsqueda por caminos que, si han de llevar a la verdad, no pueden ser indicados ni precedidos por otros. Tal vez, y con mucho cuidado de no interferir, acaso ser acompañados. La palabra del otro puede acercar otro punto de vista pero nunca es definitivo. Sólo nosotros tenemos el deber de hallar las respuestas.
Por tanto no existen fórmulas y mucho menos mágicas para llegar a ése lugar al que sólo podemos llegar por nosotros mismos por que está destinado sólo para cada cual. Tú lugar, mí lugar y el lugar de otros es tan único y particular como nuestra vida, como nuestras huellas digitales, como nuestro ADN... como nuestra Voz.
Y ese camino toma tiempo, paciencia, coraje y mucho amor. Ese amor que se aprende a través del conocimiento, ese amor que crece cada día, que hasta cambia y se redefine constantemente. Ese amor que se siente en la intimidad, ese mismo amor es el que nos debemos a nosotros primero. Porque nadie puede dar lo que no tiene.
La música es una manera como tantas de arrimarse a ese ser casi desconocido que somos. Toma paciencia y tiempo porque la intimidad toma tiempo. Toma coraje y aceptación porque seguramente vamos a encontrar en nosotros muchas cosas que no nos agradan y que no aceptamos a primera vista. Pero la comprensión y la intimidad van creando un lazo tan profundo con nosotros mismos, con quienes somos, que lentamente aprendemos a amarnos sin creernos ni más ni menos que lo que somos: ni ángeles ni diablos, simplemente únicos, una maravillosa, particular y única expresión del universo.