23 abril 2011

El cuerpo como instrumento

Gran y común error es considerar a las cuerdas vocales como únicas productoras de la voz.
En realidad el cuerpo entero debe ser tratado y entendido como un instrumento.
Somos, de pies a cabeza un instrumento. Melódico o rítmico, dependiendo de cómo se lo utilice. O incluso ambos.

Cierto es que las cuerdas vocales son, por usar una metáfora, el eslabón débil de la cadena: son frágiles, cualquier fresco irrita e inflama la zona, generando disfonía e incluso afonía. Cualquier catarro las molesta, cualquier tensión las paraliza.

Pero en rigor de verdad las cuerdas son sólo eso: un eslabón de la cadena.

El cuerpo es el que las contiene, son parte de nosotros. El cuerpo contiene también los pulmones, la caja toráxica, y la cabeza que es en definitiva la que vocaliza y ecualiza los sonidos producidos por el paso del aire a la altura de las cuerdas vocales.

Y el cuerpo se sustenta en nuestras dos piernas, y la garganta y cuello están conectados a los hombros, los brazos y hasta las manos.

El sonido es un efecto físico, una vibración que viaja en el espacio y a través de los cuerpos.
Hay cuerpos que absorben los sonidos por su cualidad espesa y opaca, otros lo reflectan, por su cualidad lisa y fina, provocando lo que conocemos como reverberación y eco. A nuestro cuerpo le caben ambas cualidades: puede ser absorbente tanto como refractante, dependiendo de cómo lo utilicemos.

¡Más aún! el cuerpo es a la vez productor y receptor a un mismo tiempo: es un aparato fonador a la vez que es un aparato receptor. Y esta doble cualidad, aparentemente diversa es, paradójicamente, lo que nos permite emitir y a la vez percibir. Esta doble cualidad es lo que nos permite expresarnos cabalmente.
 Más adelante voy a referirme al cuerpo como aparato receptor, pero ahora quiero enfocarme en el cuerpo como instrumento, es decir, como aparato fonador en su totalidad.

Las piernas y su posición nos da la estabilidad para que el sistema respiratorio funcione a pleno. Y esto es básico para poder contar con un sonido claro y capaz de controlar su potencia, sus volúmenes, lo que en lenguaje musical se denomina "dinámica".

Por su parte, los brazos y su peso en estado de relajación ayudan, a su  vez, a la correcta postura de la garganta, permitiendo el paso del aire, así como la correcta vibración de las cuerdas.
Una postura recta, más no en tensión, de la espalda permite el paso del aire, tanto como a una correcta reverberación del sonido.

La postura de la cabeza va a determinar la ecualización del sonido producido a la altura de las cuerdas vocales: medios, bajos y brillo van a delinear la calidad del sonido final.

Queda claro, entonces, que es necesario estar en absoluta comunión con la totalidad del cuerpo, su musculatura, sus órganos internos y externos y hasta el mismo esqueleto: todo hace al instrumento.

Finalmente es el cerebro quien ordena el cuerpo, pero es el espíritu quien permite el estado justo de relajación. Una mente alterada por los sucesos cotidianos, un cuerpo maltratado por un día de tensiones, un espíritu magullado por los traumas y las presiones no están en condiciones de producir un sonido agradable
¿Cuántos detestamos nuestra propia voz? ¿Y la voz de otros? ¡Qué común es sentirse atraídos o repelidos por la voz propia o ajena! Dicen que el alma se refleja en en la mirada... yo sé que el alma se percibe en la voz. Y lo que la voz muestra es imposible enmascarar.

Somos nuestra voz, mas nuestra voz puede reflejar nuestro ser o aquello en lo que nos hemos transformado.

La voz puede ser también la máscara que nos hemos acostumbrado a usar sin saberlo.

Es importante saber que nuestra voz natural es tan bella como nuestro ser natural. Si nuestra voz no es agradable es acaso que no estamos de acuerdo a nuestro verdadero ser.

Todos podemos cantar. Todos tenemos esa belleza interior que sólo puede mostrarse en nuestra voz. Tantas bellas voces no corresponden a cuerpos perfectos, ni a seres exitosos. Aquello que no vemos, aquello que no es evidente según las normas sociales y estéticas se deja percibir en la voz. ¿Cuántos se han enamorado de las voces de Pavarotti, Susan Boyle y Barry White? ¿Significa esto que son ellos mejores personas? No necesariamente, pero sí son personas que están en armonía con quienes son, se aceptan en su belleza única y esto se hace evidente en su voz. ¿Han notado como ninguno de ellos ha incurrido en cirugías estéticas ni dietas?

Vale entonces la pena arriesgarse a hacer ese viaje al interior, esta introspección que nos ayuda a encontrar la armonía, esa belleza única que reside en todos y cada uno de nosotros.

Aprender a conocernos es aprender a  aceptarnos, y aceptarnos como somos es el paso más firme en el camino a una vida plena y felíz.