Hace ya un tiempo que quiero referirme al tema de la resistencia y su relación con la energía. Es un tema que considero de gran importancia porque, como toda verdad absoluta, y por tanto incontestable se manifiesta tanto en el plano físico como en el intelectual, emocional y espiritual. Y debo decir que, como regla de vida sólo considero verdad a aquello que se verifica en todos los planos de la existencia de igual forma: tanto es arriba como abajo.
En términos físicos: La resistencia eléctrica de un objeto es una medida de su oposición al paso de corriente.
El otro día escuché una verdad tan simple como lógica que me llenó de alegría: "No somos entes físicos tratando de vivir una vida espiritual sino entes espirituales aprendiendo a vivir una vida física" Si logramos entender las leyes físicas absolutas e incontestables que rigen la vida en el plano físico sin dudas comprenderemos su accionar equivalente en otros planos.
Esto que suena tan lógico, tan frío, que está muy bien para pensarnos como seres que responden a un orden -aunque desconozcamos mayormente ese orden- no alcanza si sólo tengo la palabra, mí palabra subjetiva para probarlo.Y el tema me daba vueltas en la cabeza: ¿Cómo puedo expresarlo de manera que el principio de resistencia se entienda en otros planos no físicos? ¿Cómo puedo probarlo en el discurso, cuando no tengo acceso directo para demostrarlo físicamente?
Apliqué en mí este mismo principio y en vez de resistirme a la corriente permití su paso: si lo que busco es una respuesta y no permito el paso de la corriente que me trae esa respuesta interponiendo continuamente la pregunta genero resistencia. Si aquieto la mente, si propongo la pregunta y dejo luego el paso libre a la llegada de la respuesta, ésta se presenta en forma más o menos inmediata. Y así sucedió.
Esta mañana, en ese momento entre el dormir y el despertar recordé una película que ví en mi adolescencia y que dejó huella por su creativa manera de presentar el tema de la resistencia. Ya entonces sin saberlo el tema me interesaba sobremanera. La película se llama "Laberinto" Con Jennifer Connelly y David Bowie. Trata de una adolescente que se resiste, como todo adolescente, al proceso que lleva de la infancia a la adultez. Sus padres le dejan a su hermanito, un bebé apenas, a cuidar por unas horas. El bebé es raptado por el Rey de los Goblin y para recuperarlo la protagonista debe ir a buscarlo a un laberinto en un mundo fantástico. Bastante le cuesta llegar hasta el laberinto cuando frente a las murallas advierte que no hay puertas de entrada, por más que camina y corre no encuentra por dónde pasar. Se desespera, corre más, gasta más y más energía, se resiste a la idea de una muralla sin entradas. Eventualmente, agotada se detiene. Y es entonces, en la quietud, que descubre que, de hecho, la muralla estaba plagada de entradas sólo perceptibles a la mirada atenta.
Entonces recordé uno de mis cuentos favoritos de Kafka: "Ante la Ley". "Ante la Ley hay un guardián. Un hombre del campo se acerca a este guardián y solicita permiso para entrar en la ley, pero el guardián dice que en este momento no le puede permitir la entrada..." La puerta de entrada está abierta. El hombre del campo la vé ante él, sólo unos pasos que lo separan de lo que viene a buscar. El guardián no hace nada más que cuidar la puerta. No acciona físicamente pero lo amedrenta con su figura, con sus palabras: le promete que luego de él y de ésa puerta hay otras puertas y otros guardianes a cual más fuerte e intimidante. El hombre hace todo lo que se le ocurre por convencer al guardián para que lo deje entrar. Pasan los días, los meses, los años. La puerta de entrada a la ley siempre abierta y siempre el guardián custodiándola. Finalmente al hombre le llega su hora y antes de morir interpela al guardián: "-Todos tratan de llegar hasta la ley -dice el hombre- ¿Cómo es que durante todos estos años a excepción mía nadie ha exigido la entrada?. El guadián se da cuenta que el hombre ya está cercano a su fin y, para llega a su oído, que ya se extingue, le grita: - Nadie más que tú podía conseguir la admisión por aquí, porque esta entrada estaba destinada sólo a tí; ahora me voy y la cierro."
Todos buscamos la entrada, la puerta, el camino, la manera. Pero esa puerta, esa entrada ese camino que sólo nos corresponde a nosotros SIEMPRE estuvo allí. Lo extraño es que no sólo no la vemos sino que incluso frente a la puerta, al camino, a lo que más deseamos nos decimos que no es posible, que no podemos. ¡Cuantas veces escuché decir "no puedo" ante las más insignificantes tareas! ¡Cuántas excusas ante el simple respirar! Resistencia pura y simple. Y en ése resistir ¡Cuanta energía desperdiciada! Energía de vida: ¡Nuestra energía, nuestra vida! ¡Cuántos libros leídos, cuántos consejos de amigos, familiares, sacerdotes, profesionales de la salúd y gurúes varios! Se nos va la vida buscando puertas que nos resistimos a atravesar. Y no es que allí termine la cosa, atravesar la puerta no es más que el comienzo pero un comienzo que marca un antes y un después, un comienzo cuyo empuje nos arrastra con su inercia hasta la meta. Y la puerta siempre allí, muerta de risa. Y uno siempre del otro lado, haciendo fuerza para entrar o negándose de plano a dar el primer paso. Porque el exceso de empuje tanto como la inactividad son las dos caras de la misma moneda: tanto se resiste el que quiere ir más rápido de lo que puede como el que no quiere avanzar en absoluto.
La resistencia provoca un gasto extra de energía. La cantidad de energía extra necesaria para vencer la resistencia depende de la oposición del objeto... o del sujeto.
Todos venimos a este mundo equipados con un cuerpo físico y sus instrucciones de uso están almacenadas en nuestro cerebro. Cantar es una de las funciones naturales de este cuerpo con el que nacemos y sus instrucciones de uso están también alojadas en nuestra mente. Yo no enseño a cantar sino a encontrar el canto. Yo sólo puedo señalar la puerta, sólo puedo guiar hacia ese archivo que contiene toda la información. Pero la información, el manual de uso, el "programa" está dentro de cada uno. Yo no puedo atravesar puertas ajenas, sólo ayudar a encontrarlas. Puedo hacerlo porque primero encontré la mía y la atravesé. Luego ayudé a otros a encontrarla y, salvo aquellos que con férrea actitud se resistieron, aquellos que sí se animaron llegaron tan lejos como su propia pasión los llevó.
Mi pasión, mi deseo es ayudar a formar el coro universal donde cada quien aporte su única, bella e indispensable voz. Pero sola no puedo porque mi deseo depende del deseo de todos ustedes, del amor y la pasión de todos nosotros por integrar ese coro universal tan disonante en estos tiempos como en tiempos anteriores. Lograr la armonía interna necesaria para lograr la armonía universal requiere del deseo de ser felices. La pasión, que es amor mas esfuerzo, es la corriente poderosa que nos arrastra hasta la meta dorada. La pasión y la felicidad son el centro gravitatorio, el corazón de la vida.
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